Los oráculos de Apolo eran transmitidos por una sacerdotisa, la Pitia. Los romanos los asimilaron a Febo.
Apolo nació, junto a su hermana Artemisa, de una de las infidelidades de Zeus. Era el dios más luminoso, el que personificaba la luz del sol. Se le atribuía el poder de la profecía y a él estaba consagrado el famoso oráculo de Delfos, donde acudían los griegos a consultar su futuro y a pedir consejo. Apolo era luminoso y en todos los sentidos: era un joven atlético y hermoso, además de tener gran capacidad artística, pues tocaba la lira y era también un gran poeta. Sus encantos, sin embargo, no enamoraron a la ninfa Dafne, que huía del dios desesperada mientras éste la perseguía loco de amor. Cuando Apolo estaba a punto de alcanzarla, Dafne pidió ayuda a los dioses. Apiadados, la convirtieron en un laurel y Apolo, desconsolado, arrancó algunas hojas de la que había sido su amada y se hizo con ellas una corona que desde entonces es el símbolo de los que triunfan en la poesía y el arte... Aunque los romanos pusieron esa corona de laurel en la cabeza de sus emperadores para otorgarles tanto brillo como al dios solar.
Mitos: dioses, héroes y leyendas.