Una vez, Incarcerón se transformó en dragón, y un Preso entró a hurtadillas en su guarida. Hicieron una apuesta. Se propondrían acertijos el uno al otro y, quien no supiera la respuesta a alguno de ellos, perdería. Si perdía, el hombre entregaría su vida. A cambio, la Cárcel se ofreció a mostrarle una forma secreta de Escapar. Pero en cuanto el hombre accedió, oyó la brisa burlona de la Cárcel.
Jugaron durante un año y un día. Las luces no se encendieron en ningún momento. No se retiraron los muertos. No se repartió comida. La Cárcel desoyó las súplicas de sus Internos. Ese hombre era Sáfico. Cuando le tocó el turno de proponer un acertijo, preguntó:
-¿Cuál es la Llave que abre el corazón?
Incarceron pensó y pensó un día entero. Dos días. Tres días.
Entonces dijo:
-Si alguna vez supe la respuesta, la he olvidado.
CATHERINE FISHER, Sáfico (segunda parte de Incarceron)