Una tigresa preñada se abalanzó cierto día sobre un rebaño y aterrizó de un salto en medio de las ovejas. El salto adelantó el parto y, tras parir un cachorro, murió.
Las bondadosas ovejas cuidaron del cachorro de la tigresa, lo amamantaron y lo criaron como a uno más. Cuando pacían, el cachorro hacía lo propio; cuando balaban, él también las imitaba, aunque su balido sonara un tanto extraño. El cachorro creció y con aspecto de tigre y carácter de cordero.
Cierto día, un tigre adulto y robusto descubrió atónito a este cachorro de tigre que se alimentaba de hierba. Se aproximó al rebaño poniendo en fuga a todas las ovejas; sólo el cachorro se rezagó y empezó a balar aterrorizado. El gran tigre se le acercó, habló con él y así entablaron amistad. Entonces lo forzó a acompañarlo hasta un lago y allí le dijo:
-Mírate en el agua. Ése eres tú. Y tienes el mismo aspecto que yo. Eres exactamente igual que yo. No eres un cordero, eres un tigre. Y los tigres no comen hierba, sino carne.
El tigre comedor de hierba no daba crédito a lo que decía, pero, poco a poco, el tigre grande lo convenció de que no era distinto de él. Al principio, el cachorro se negaba a tocar la carne, seguía comiendo hierba y balando, hasta que en una ocasión el tigre adulto lo obligó a comer un pedazo de carne. Como el sabor de la sangre le agradó, el cachorro dejó de balar y de pastar y, al fin, comprendió que no era un cordero sino un tigre. Entonces se marchó con el tigre grande y se quedó a vivir con él.
Edición de A. K. RAMANUJAN, Cuentos populares de la India.